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La garnacha: ¿una variedad de uva o una familia varietal?

Con la reivindicación de la garnacha –uva muy extendida en el viñedo español que hasta hace poco fue denostada: se la consideraba apenas apta para producir vinos peleones, alcohólicos y de vida más bien efímera– han surgido por doquier los entusiastas garnachistas, que se apuntan al descorche de un vino de esta variedad antes que cualquier otra alternativa.

 

Pero no son tantos los aficionados que saben a ciencia cierta las múltiples posibilidades que ofrece la garnacha. O, mejor dicho, las garnachas. En plural. Porque no se trata de una sola variedad, sino de toda una familia varietal. Un conjunto de uvas que comparten una misma raíz genética, pero despliegan distintos rasgos, colores y características organolépticas, como consecuencia de mutaciones naturales, adaptación de clones a distintos territorios o prácticas vinícolas e incluso a causa de la intervención de la mano del hombre, que manipula la naturaleza de la vitis vinifera para obtener variedades híbridas que se adecuen a sus necesidades.

 

Garnacha tinta, blanca, peluda, gris y tintorera componen un conjunto varietal que da lugar a vinos de diferentes tipologías y perfiles.

Garnacha, del tinto al blanco

La orgullosa "madre" de esta diversa familia varietal –según confirman los expertos ampelógrafos– es la garnacha tinta, uva noble, capaz de soportar con entereza los rigores de los climas más secos y calurosos y sobrevivir en suelos áridos y pedregosos. De probable cuna aragonesa, se ha extendido por amplias zonas de la península Ibérica, dando lugar a vinos de carácter contrastado en distintas regiones: tintos golosos y suculentos en Aragón, frescos y delicados en la Sierra de Gredos, distinguidos en Rioja, amplios y profundos en Montsant, singulares en Conca de Barberà, elegantes y complejos en Priorat.

 

En algunas de las comarcas donde la garnacha tinta se ha desarrollado con mayor potencial, la garnacha blanca también ha encontrado su hábitat idóneo. Mutación natural de su "madre" tinta, está difundida en toda la zona de influencia del río Ebro, desde Aragón y Rioja hasta Cataluña, llegando incluso al sur de Francia. Muy bien adaptada a los climas cálidos y secos, ha sido tradicionalmente el componente mayoritario de blancos pajizos, escasamente aromáticos y bien estructurados.

 

Las nuevas generaciones de enólogos han extraído su magnífico potencial para soportar la fermentación y crianza en barricas sin perder su frescura y mineralidad. Actualmente, hay excelentes ejemplos de grandes blancos de garnacha en Rioja, Montsant, Priorat y en los viñedos prepirenaicos de Lleida adscritos a la D.O. Catalunya, así como en la D.O. tarraconense de Terra Alta.

 

La familia varietal de las garnachas nace de las distintas mutaciones y adaptaciones de la garnacha tinta y la hibridación de uvas en laboratorio.

Las otras garnachas: peluda, tintorera y gris

También en la Terra Alta puede encontrarse otra rara mutación de la garnacha tinta, la garnacha peluda, cuyo nombre hace referencia a la textura aterciopelada de sus hojas (el propio fruto no tiene vello: que nadie espere encontrarse con uvas peludas como pequeños ositos de peluche). Variedad muy minoritaria –de la que se contabilizan apenas unas 50 hectáreas en el mundo–, también está presente en otras zonas de Cataluña, Aragón y el sur de Francia: Banyuls, Rivesaltes y diversos territorios vinícolas del Languedoc-Rosellón (donde se la conoce como lledoner pelut). La garnacha peluda da lugar a tintos de notable frescura recorrido amable, aunque no exento de cierta complejidad y un cierto cariz salvaje. Ocasionalmente, esta uva se emplea en la vinificación de golosos dulces. 

 

Singular es también la tercera mutación natural que modifica el perfil y color de la garnacha tinta para dar lugar a la garnacha gris, cuyos raros ejemplos pueden encontrarse asimismo en los viñedos de Tarragona. Al igual que sucede en el caso de otras variedades "grises" (pinot gris, sauvignon gris, etc.), las bayas lucen una extraña coloración, entre anaranjada y grisácea, mientras que el perfil organoléptico de los vinos elaborados con esta uva se sitúa en un terreno fronterizo, a medio camino entre los blancos, los rosados y los tintos. En Montsant, Terra Alta, Aragón y la sierra de Madrid se producen algunos de los escasos ejemplos de vinos concebidos a partir de garnacha gris de la península Ibérica.

 

Por fin, la quinta y última integrante de esta familia varietal es la colorida garnacha tintorera, cuya naturaleza es bien distinta a la del resto de la saga: es una uva híbrida nacida en un laboratorio. De hecho, es también conocida bajo el nombre de Alicante Bouschet, que rinde honor a su creador, el francés Henri Bouschet –experto en hibridación de variedades vitícolas–, quien en 1855 cruzó una de sus propias creaciones, la petit Bouschet, con la garnacha tinta. El nuevo varietal, de pulpa rojiza y extracto seco, tuvo gran aceptación entre los viticultores gracias a su enorme potencial de pigmentación. La creación del monsieur Bouschet fue el recurso oportuno para todos aquellos que anhelaban incrementar el color de sus tintos. Con este argumento, la variedad se expandió por el mundo, especialmente cuando los viñedos se replantaron tras la epidemia de filoxera, a comienzos del siglo XX.

 

En España, aunque la garnacha tintorera reparte su cultivo por diversas regiones, el territorio donde alcanza mayor concentración es la D.O. Almansa. Es esta pequeña comarca de la provincia de Albacete, a medio camino entre el Mediterráneo y la meseta castellana, donde coinciden las condiciones de clima y altitud (entre 700 y 1.000 metros sobre el nivel del mar) para que esta uva adquiera protagonismo en monovarietales de calidad. Aunque también hay tintos notables de garnacha tintorera en algunas zonas del viñedo del País Valenciano.

 

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