¿Para qué sirven los sulfitos en el vino?
Los sulfitos en el vino cumplen diferentes funciones. La más destacada es la de actuar como conservante y antioxidante. Así que, ¿cuándo echar sulfitos al vino? Si el oxígeno entra en contacto con el líquido, sus componentes reaccionarán de manera indeseada. Por ejemplo, el sabor, el aroma y el color se verían alterados, tanto que el producto podría no ser apto para el consumo humano.
Con el fin de evitar este y otros problemas, los sulfitos se utilizan para prevenir la oxidación, al inhibir las reacciones químicas no deseadas que ocurren cuando el vino está expuesto al oxígeno. De una forma sencilla, se mantiene la frescura y la vitalidad del producto hasta que llega a tu mesa.
Más allá de su función como antioxidante, cuentan con propiedades antimicrobianas que resultan muy útiles. Un crecimiento de bacterias, levaduras y otros microorganismos podría ser letal para el vino. Si crecen de manera descontrolada, los daños serán altos, al igual que ocurre con el oxígeno. Los sulfitos, cuando están presentes en suficiente cantidad, reducen el riesgo de que se produzcan fermentaciones secundarias no previstas. Incluso elimina o dificulta la proliferación de bacterias problemáticas.
Por último, los sulfitos en el vino tinto o en el vino blanco contribuyen a darle estabilidad al vino, preservar su claridad y estructura. Son capaces de evitar que se vayan formando sedimentos o posos en el fondo de la botella. Cuando llega a tus manos, disfrutas de un líquido con un aspecto visual impecable. Al mismo tiempo, la textura que posee será suave, lo que contribuye a una mejor experiencia de degustación y maridaje con vinos rosados y otras tipologías. Debes saber que existen diferentes tipos de copas de vino diseñadas con el objetivo de mejorar la degustación del mismo, y que encontrarás dentro de nuestro catálogo.
¿Son los sulfitos peligrosos para la salud?
Es una de las dudas que suelen surgir en torno a los sulfitos. En términos generales, los sulfitos no son peligrosos para la salud. La mayoría de la población puede consumir sin preocupación un vino que los contenga. No sufrirán efectos secundarios ni problemas de cualquier otro tipo. Sin embargo, algunas personas son sensibles, alérgicas o intolerantes a esta sustancia química.
En estos casos, que son raros, se dan una amplia variedad de síntomas: dolores de cabeza, enrojecimiento de la piel, dificultad para respirar, náuseas o reacciones alérgicas de mayor gravedad. Además, si la persona padece asma, cabe la posibilidad de que se desencadene un ataque.
Para que las personas en las situaciones anteriores no corran peligro, la etiqueta del vino avisa de la concentración de sulfitos cuando es elevada. Es un procedimiento idéntico al que se realiza con cualquier otro alérgeno. Por ejemplo, en diversos productos puedes encontrar un aviso en el envase indicando que pueden existir trazas de frutos secos o de harina. Lo mismo ocurre en este caso.
Asimismo, los sulfitos están presentes en una amplia gama de productos más allá del vino. Desde alimentos hasta bebidas, los encuentras en frutos secos, zumo de fruta, comida enlatada, mariscos o embutidos. Por tanto, se trata de un producto químico seguro y de sobra conocido en la industria alimentaria. De hecho, algunos procesos, como la fermentación, generan sulfitos de manera natural.