El comercio de vino en lata ha tenido gran crecimiento en la última década, centrándose en tipologías específicas: vinos jóvenes, fragantes, monovarietales y espumosos.
Vino en lata: todas las ventajas
Respecto al vino en lata, es una apuesta a las que las bodegas se han sumado con mayor cautela, por la distorsión de imagen que hasta hace poco suponía presentar esta bebida en semejante formato y también porque la producción de vino enlatado exige una inversión específica en maquinaria.
Pero para los consumidores, echar mano a una lata a la hora de disfrutar de un vino supone multitud de ventajas: se trata de un envase irrompible, fácilmente transportable, de consumo individual, que alcanza la temperatura idónea y la mantiene con mayor rapidez, se puede adquirir en máquinas expendedoras y consumir en ámbitos donde las botellas están vetadas o son difícilmente transportables: playas, cruceros, excursiones al aire libre, eventos deportivos... Es también una buena alternativa para ofrecer en los aviones.
El mercado mundial del vino en lata
Con todo ello, no es de extrañar que el mercado del vino en lata haya tenido un crecimiento tan grande en la última década. Según un estudio de la consultora Nielsen, tan solo en los Estados Unidos, las ventas de vino en este formato aumentaron de 2 millones de dólares en 2012 a 183,6 millones en 2020. En 2019, el mercado mundial del vino enlatado se estimaba en 70,3 millones de dólares.
Aunque para entrar en este negocio –que aún sigue siendo más dinámico en mercados como el estadounidense que la vieja Europa– las bodegas deben tener en cuenta que no todos los vinos son aptos para enlatar ni seductores para los consumidores de este formato. Lo que se impone aquí son los vinos jóvenes, frescos, con nítida expresión frutal y varietal, franca y más bien sencilla. Y triunfan, especialmente, las burbujas. No olvidemos que el vino en lata nació, entre otras cosas, para competir con los refrescos y la cerveza. Teniendo en cuenta ese propósito, el carbónico resulta el aliado perfecto.