Identidad vinícola
Hoy la "fiebre del oro" ha remitido y se viven tiempos más sosegados en este ancestral territorio vinícola, que ocupa una franja de 115 kilómetros de longitud por 35 de anchura, siguiendo la cuenca del río Duero a través de cuatro provincias: Soria, Burgos, Segovia y Valladolid. La calma permite apreciar con mejor perspectiva el enorme valor patrimonial que posee esta tierra desde un punto de vista vinícola: de las 24.157 hectáreas de viñedo que comprende la D.O., aproximadamente 2.000 corresponden a viñas viejas. Un auténtico tesoro que no luce siquiera un país líder en la viticultura mundial como Francia (donde se ha extendido la reproducción de clones desde la epidemia de filoxera de finales del siglo XIX) y que resulta fundamental para preservar la identidad vinícola en tiempos de globalización.
Viticultura de calidad
Amén del valor patrimonial de estas viejas viñas, la Ribera del Duero está bendecida por condiciones de clima, suelo y altitudes idóneas para el desarrollo de una viticultura de calidad.
Las cepas se arraigan en suelos formados por capas de arenas limosas o arcillosas, con alternancia de capas calizas y concreciones calcáreas, a una altitud de 720 y 1.100 metros sobre el nivel del mar. El clima, de carácter continental, es extremo, con veranos secos, inviernos largos y rigurosos, lluvias escasas (400-500 promedio mm/año) y una gran oscilación térmica (de -20º a 42º C). Todo ello favorece a una maduración lenta y tardía de la uva, que se vendimia en racimos con granos pequeños de piel gruesa y magnífico estado sanitario.
La gama de Legaris, bodega referente en la D.O. Ribera del Duero, permite escoger entre vinos añejados según las categorías tradicionales (roble, crianza, reserva), un original vino de autor, una premiada colección de Vinos de Pueblo y una exclusiva cuvée que solo se elabora en cosechas excepcionales.